Por Francisco Grillo
Según
la información del Indec, la inflación del año 2017 resultó del 24,8%. Bastante
lejos de la meta propuesta por el Banco Central de llegar un valor entre 12 y
17%. Es una batalla muy dura y difícil de realizar porque la inflación está
instalada en la Argentina como un estigma para la sociedad y sus funcionarios.
Estamos segúndos en el ranking latinoamericano de los países con mayor
inflación. En el mundo, sextos. No es de ahora, viene de varios años atrás.
¿Despegaremos?
Macri se comprometió, en
el momento de asumir su cargo, que su objetivo era que evalúen su gestión por
el grado de reducción de la pobreza. Nosotros nos permitimos señalar que para
que esto ocurra deben lograrse avances sobre diversos factores. Que terminan
siendo los que definen que bajen los niveles de la pobreza. La inflación afecta
a todos, pero en especial a los de menores recursos. En consecuencia, la lucha
por controlarla y estabilizarla por abajo de un dígito, es otro desafío que le
imponemos a nuestro presidente. Por este tema también será medida su gestión. Es
fundamental bajar el déficit fiscal del PBI. La vieja cuenta del almacenero,
gastar menos de lo que entra. Es elemental. El gasto público debe ser inferior
a la recaudación. Para no afectar necesidades básicas financiadas por el Estado,
la solución es crecer para recaudar más. En este sentido, se transita por un
camino gradual de reducción. Del 5,8%
de 2015 al 4,2% en 2016, llegamos al 2017 con 3,9%. Una buena señal,
que es un principio para alcanzar los objetivos finales. Sabemos que el camino
es duro, sinuoso y con obstáculos, pero no se debe equivocar el rumbo. Los
resultados no se están visualizando, la gente comienza a descreer de las
promesas. En parte es cierto porque el gobierno fue colocando varas muy altas e
imposibles de cumplir. Se comprende que es una estrategia que apunta a logros
por encima de las posibilidades para jugar a fondo. Si no se llega al objetivo
será un porcentaje de esa cifra y eso es un avance. Pero genera expectativas
que producen frustraciones y desencantos. Para obtener el apoyo de la sociedad
es prioridad la transparencia. Es cierto que se bajó la inflación del 40% en
2016 al 24,8% del 2017. No es suficiente. Hay que poner todos los esfuerzos
para bajar más. Para el año en curso el Gobierno ha decidido fijar una meta del
15%. Se vienen las paritarias y la oferta oficial ronda en esa cifra, la cual
podría ser aceptada por los gremios si estuvieran cubiertos por la cláusula
gatillo, como sucedió el año pasado que, los docentes de la PBA, por ejemplo,
después de largos días de paro, aceptaron el ofrecimiento y consiguieron al
final un 24 %, apenas unas décimas menos que el índice de inflación. Para este
año, el oficialismo avisó que no utilizaría esa herramienta. Eso puede
transformar las paritarias en un tema difícil de acordar. Los gremios,
seguramente, se opondrán. Según Macri: “Argentina está con el crecimiento más alto de
los últimos cinco años, la inflación más baja de los últimos siete y un aumento
de la inversión”. Según nosotros, la inflación está en el camino de la baja. La
inversión debe acrecentarse para crecer y bajar el desempleo. Lo que generaría
mayor consumo y recaudación. Lo grave de nuestra situación lo marcan las estadísticas
donde muestran a la Argentina en el segundo lugar entre los países de América
Latina con mayor índice de inflación del año 2017. Peor que eso es el sexto
puesto entre las naciones del mundo. Esto marca nuestra incapacidad para
resolver un tema que la gran mayoría del resto de los países lo ha superado. Es
un estigma que nos persigue desde hace muchos años. Los economistas parecen
genios y dueños de los más variados planes para controlar este flagelo. El
problema es que la brillantez de sus ideas se opaca y oscurece ni bien asumen
la responsabilidad de resolverlo desde la función pública. Realmente es un tema
que nos muestra con una debilidad asombrosa para superarlo. Parece una
enfermedad incurable. Tuvimos la mala suerte de vivir episodios muy complicados.
Como el Rodrigazo, el corralito, la hiperinflación, la convertibilidad y muchas
otras, que impactaron duramente en los argentinos. A pesar de las teorías
económicas que las hay, de las más variadas, la profundidad y certeza de las
mismas y su orientación ideológica, fracasaron todas y cada una de ellas. No
será que tenemos una crisis psicológica que nos paraliza ante el tema. Dicen
algunos especialistas, que las propuestas económicas son influenciadas por la
confianza que generen en la gente. En ese renglón, nosotros tenemos la más baja
autoestima.
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