El tango es el signo de la cultura
porteña que nos caracteriza en nuestro país y en el mundo. Nacido con la definitiva federalización de
Buenos Aires allá por 1880, fue la creación más genuina de nuestra cultura
ciudadana.
El tango fue cosa de
negros
Origen olvidado, ignorado o
intencionalmente ocultado por académicos e intelectuales, el tango argentino
tuvo por cuna el ámbito físico y cultural de la africanía de nuestra portuaria
geografía.
La culminación musical y danzante
del formato tanguero, a fines del siglo XIX, fue la consecuencia de la travesía
de la gente de color de este suelo, que dejó como descendencia esta expresión
autentica de la cultura popular.
Datos de la Ignominia
El tráfico de esclavos fue el “primer sistema
de globalización de la historia”, como define la UNESCO a la mayor tragedia
de la historia de la humanidad. Se estima en tres millones de seres humanos los
negros que fueron trasladados como esclavos, solamente desde África hasta
Hispanoamérica durante el período colonial.
En 1959,
Se calcula que arribaron a toda
América hasta 1873, no menos de 9.5 millones de africanos en función de seis
producciones fundamentales: azúcar, café, tabaco, algodón, arroz y, en menor
importancia, a la minería.
El Archivo General de la Nación se hizo partícipe
del proyecto de la UNESCO
de 1994 de digitalizar los documentos sobre la esclavitud en el Río de la Plata , trabajo que culminó
en junio de 2003 y comprende los datos desde fines del 1500 hasta 1820, cuando
desaparecen las instituciones de la burocracia colonial, aunque es difícil
acercarse a la realidad por el fuerte grado de clandestinidad que caracterizó a
sus ingresos debido al contrabando común por aquellos años.
Miguel de Unamuno, quien fuera
director del AGN, dijo que es muy rica la existencia documental de las últimas
décadas del siglo XVIII cuando el advenimiento de los Borbones trajo una
profunda reestructuración a nivel territorial y administrativo, y la creación
del Virreinato del Río de la
Plata (1776) empuja el crecimiento de Buenos Aires y de su
campaña.
Sin embargo, la entrada de esclavos
en nuestro territorio fue comparativamente reducida con relación a otros países
latinoamericanos, dada su estructura económica.
Es de notar que la aptitud del negro fue ideal para la agricultura y
nuestra economía se basó fundamentalmente en la actividad ganadera y saladeril;
la “economía del cuero”, en la exportación de tasajo y de carne más tarde. La agricultura, como sector económico, en
nuestro suelo, recién comienza en el último cuarto del siglo XIX, con otra mano
de obra que llegó libremente con las corrientes inmigratorias europeas de ese
mismo período.
De los distintos registros surge la
acreencia de la población negra en Buenos Aires. En 1774 el gobernador Domingo Ortiz de Rozas
ordena un empadronamiento que arroja la cifra de 1701 negros y mulatos,
representando el 14.1% del total de la población.
En el censo de 1778, que se realizó
durante el Virreinato de Juan José Vértiz, en proporción se había incrementado
al 25.9% y en el censo de 1810 el porcentual se elevó al 29.6%, siendo la cifra
total de negros y mulatos de 11837. Para
esa época la población negra de Córdoba, Catamarca, Salta y Santiago del Estero
era del 50 al 55% y la de Tucumán llegó al 65%.
Durante el período que corre desde
1810 hasta la sanción de la Constitución
Nacional se produce un decrecimiento de la población
morena. El servicio en los ejércitos
patrios y el arribo de europeos produjeron tal fenómeno.
En 1882, según el censo de
Buenaventura Arzac por orden de Bernardino Rivadavia, el número de gente afro
en Buenos Aires, había declinado al 24% del total, no obstante su cifra
ascendió a 13685 personas.
En el censo de 1836, durante el
gobierno de Dn. Juan Manuel de Rosas, esa participación descendió al 23%,
mientras su número fue de 14906, calculando que había 20000 negros y mulatos en
la Ciudad de
Buenos Aires hacia 1843.
La gente de color, se agrupaba en
sociedades o “naciones” que se identificaban por su origen africano, así los
benguelas, minas, engolas, congos, lubolos, Mozambique, lumbana; o por el
fenómeno del sincretismo religioso, Hermandad del Rosario, Hermandad San
Baltasar, San Gaspar, San Benito, etc.
Eran sociedades de ayuda mutua y se
establecieron en los “barrios de tambor”, cerca de cincuenta manzanas de
Montserrat, Concepción, Santa Lucía y San Telmo.
En la época de la Confederación , los
carnavales eran casi fiestas de estado, ya que el mismo Brigadier General Dn.
Juan Manuel de Rosas y su hija Manuelita se sentaban junto al trono del rey
negro, presidiendo los famosos candombes federales que día y noche desfilaban
por las calles de Buenos Aires al ritmo de los tambores para espanto del
unitario.
Después de Caseros, derrocado Dn.
Juan Manuel en 1852, los negros con sus parches, se refugiaron en el “barrio
del tambor”, (o del mondongo) privando a Buenos Aires de aquellos negros y
coloridos carnavales.
En aquel entonces, la población
negra era casi un tercio del total de la ciudad, lo que explica el sinfín de
voces africanas de nuestro lenguaje: “mina”, “milonga, “candombe”, “zamba”,
“malambo”, “bombo”, “matungo”, “mandinga”, “mondongo”, “ganga”, “baba”,
“bingo”, “banana”, “quilombo”, y así, un sinnúmero de términos del mismo
origen, en el que encontramos la voz “tango”
La palabra tango es anterior al
propio baile. Sonó en el Plata desde la
colonia, pero no fue de uso exclusivo de los pueblos rioplatenses, sino que fue
común en todos los países esclavistas.
Esteban Pichardo la define, en su “Diccionario Provincial de Voces
Cubanas”, publicado en 1836 como “reunión de negros bozales para bailar al son
de sus tambores o atabales”.
Ese mismo término era de uso en
Veracruz, zona afroide de México, donde a lo largo del siglo XVIII se hablaba
de los “tangos africanos como derivados de una danza oriunda de ese mismo
continente”. En Venezuela se hablaba de
merengue tanguillo criollo y tango merengue y también existió el “tango
metigua” en Brasil, definiendo Ernesto Nazareth a sus maxixes como tangos
brasileros.
Son contestes todos los
investigadores en sostener que la voz “tango” fue utilizada comúnmente en todos
los países suramericanos que guarecieron o explotaron una población negra, para
nombrar a diferentes expresiones musicales de esa etnia.
La procedencia etimológica del
vocablo “tango”, es planteada por dos posturas, por no considerar seria la que
le atribuye como origen el verbo latino tangere, que es tocar pero en el
sentido de palpar, no el de “tañer”. La primera propuesta la atribuye a la
deformación de la palabra tambor, que pasó a tambó para después ser tangó y finalizar
en tango. La otra posición, la que propone el
origen africano puro del término, es la más razonable. La dicción “tango” es una deformación
fonética de Shàngó, deidad de los truenos y los tambores. En el dialecto nagó, del pueblo yoruba-lucumí nigeriano esa palabra se
escribe “Sàngó”. Para nosotros suena
grave, pero las tildes no son agudas ni graves, sino solo la entonación o curva
melódica. Además el sonido de la “S”, no
como la “CH” francesa o la “SH” inglesa, es una “S” castellana y silbada. Así, el paso Sàngó a tango se
efectuó sin ninguna dificultad, como explica Néstor Ortiz Oderigo, colectando
valioso material etnológico.
Mas allá de cuestiones filológicas o
etimológicas relacionadas con el origen del tango, como señalan los entendidos,
ya sea por una u otra explicación, es indudable su filiación negra.
Ya preparamos para la próxima
entrega la génesis del baile, canto y la música tanguera, como así también
destacaremos la negritud de los primeros compositores e intérpetres de nuestro
acervo, explotando en el candombe, la milonga, la habanera, el tango andaluz y
el tango criollo; pero esa es otra historia…
Jorge Atilio Correa
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