Por Daniel Pecheny
Los
fundamentalismos son visiones extremas de una ideología, que habitualmente se
adjudican a sí mismos el tener la verdadera interpretación de dicha ideología,
despreciando a los sectores más moderados, y tratando de llevarlos, a veces por
la fuerza, hacia su concepción de la verdad.
En un momento de crisis de los partidos políticos
en la Argentina, donde los liderazgos de los espacios tradicionales están
dispersos a lo largo de distintas coaliciones, o bien se carece de ellos, al
mismo tiempo surgen movimientos activistas fuertemente radicalizados. Se podría
decir que fundamentalistas por su rigidez, pero que a diferencia de aquellos a
los que ya estamos habituados, como las organizaciones sociales y de derechos
humanos, que tienen un ideario que abarca temáticas sociales más amplias, cada
uno de estos nuevos movimientos se enfoca principalmente en una preocupación:
Los veganos contra el consumo de alimentos de origen animal, los pañuelos
verdes y los pañuelos celestes, respectivamente a favor y en contra de la
legalización del aborto, los ecoterroristas, los antivacunas. Muchos de estos
movimientos son globales.
No todos son violentos, y algunos tienen una
resistencia pasiva que causa un daño que no se percibe inmediatamente como los
antivacunas. Lo que sí los identifica en el fuerte nivel de confrontación en el
discurso, y a veces en la acción.
Cuando un fundamentalismo es tan cerrado que ya
no permite la discusión interna, ya el pensamiento único y automático se
termina alejando del sentido estricto de la ideología y se convierte en un
fundamentalismo sin fundamento. Las cosas son así, porque sí. En parte esto se
podría explicar por la crisis de los partidos tradicionales. Pero las temáticas
abordadas por esta clase de activismo, de todas maneras, no encajaría en el
esquema de un partido político donde existen los disensos y donde puede haber
acuerdo en unos temas y desacuerdo en otros. Por ejemplo, en el aborto. Sólo en
la extrema izquierda hay unanimidad en el tema del aborto, y en la extrema
derecha hay un consenso contrario. Por otro lado, puede haber peronistas o
radicales veganos, pero sería raro que militen en el movimiento vegano que
realiza intervenciones o agresiones en lugares públicos. Este tipo de acciones
son ilegales y perturban el orden público, pero no sorprenden. En parte, porque
ya estamos acostumbrados a este tipo de acciones por parte de algunas
organizaciones. Pero principalmente, los fundamentalismos monotemáticos no
pueden, no saben llegar a consensos, no participan en los partidos políticos,
que son los únicos capaces de influir en las políticas públicas, no ceden en
sus posiciones y sólo les queda la confrontación.
En el caso de la discusión sobre el aborto, a
pesar de las grandes diferencias, existen personas, expertos, académicos que
con sus posiciones han contribuido al proyecto que se ha tratado en el
Congreso. Pero los núcleos duros siguen con las acciones directas. Es necesario
que las mismas se mantengan dentro de la ley y se realicen sin violencia.
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