viernes, 4 de mayo de 2018

El colectivo del bajo nivel


Por Francisco Grillo
Observamos, con gran preocupación, cómo se va desarrollando la función de llevar adelante la gestión de este período de gobierno. De la cual son responsables, tanto el oficialismo como la oposición. Ya que ambos son actores de las decisiones que deben tomarse en los ámbitos legislativos.





La concreción del aumento de las tarifas de gas que fueron planteados en la Audiencia Pública de noviembre del 2017 generó diversas reacciones. Diez días antes, en la interna de Cambiemos, Alfredo Cornejo, presidente de la UCR estuvo reunido con Macri para expresarle que esta política de tarifas perjudica severamente a la clase media que es el corazón de los electores del espacio. Ese fue el primer movimiento en el interior de la coalición. También se sumaron diversas iniciativas que mostraban disconformidad con la decisión del Gobierno de avanzar con el cronograma por parte de los socios del radicalismo y la Coalición Cívica. Macri les respondió pidiéndoles propuestas para manejar variantes diferentes para aplicar el cambio tarifario. Debemos recordar que el Ejecutivo se encuentra en la incómoda posición de ponerse en el rol del enérgico y severo funcionario que se encuentra forzado a decidir si se planta en la aplicación de medidas que no son agradables para la sociedad, pero, de las cuales, se encuentra totalmente convencido que es la única manera de sacar el país adelante incluyendo al total de los argentinos. No es una certeza del espacio gobernante solamente, la mayoría de los técnicos especializados en el tema, también lo confirma. Sería mucho más sencillo gobernar haciendo concesiones al pueblo. Regalando el dinero del Estado para ganarse la preferencia de la gente. Promocionar y alentar la fiesta eterna e inolvidable Sería fácil. Se convertiría en el nuevo Gardel. Y después que se haga cargo el que sigue. Analizamos el problema desde un lugar totalmente equidistante entre gobierno, opositores y sociedad. La crisis es un mal endémico de la Argentina, que está enquistado a traves de años de malas administraciones. Debemos salir de esta encrucijada que os frena para crecer y estabilizarnos. No queda otra alternativa que seguir cayendo en el repetido lugar común de mencionar que lo que está pasado en este momento en nuestro país viene de los anteriores gobiernos que dejaron un paquete de distorsiones de complicada resolución. Viene todo concatenado entre sí. Está armado para arrojar al que lidere este turno, al país y sus habitantes por un inmenso tobogán que conduce directamente al precipicio. La inflación, los atrasos tarifarios de los servicios y cambiarios, los déficit comercial y fiscal, subsidios de todo tipo, diversidad de impuestos muy altos. Si seguimos buscando, seguramente aparecen otros factores tan importantes como los mencionados. No bastan la supuesta capacidad de los funcionarios y las buenas intenciones para encontrar la fórmula de encaminar el avance hacia la solución de esta larga lista de elementos que integran la crisis argentina. No se puede resolver en forma individual cada uno de los temas. Porque están todos relacionados entre sí. Es como el juego del Yenga, cuando se mueve una pieza se puede derrumbar la torre. Para llegar a modificar en conjunto todas estas falencias es necesario encararlas con firmeza y fijar las metas con cambios que se vayan produciendo en forma gradual. Poco a poco. El Ejecutivo falla en la comunicación de la realidad descarnada para proporcionarnos una noción clara de la dimensión de lo que está pasando. También para comprender la situación no es necesario un lavado de cerebro. Los receptores del mensaje, por el bien de la Nación, deben tener la buena voluntad de acompañar y ser parte de la recomposición de este esquema crítico. Pacto social, acuerdos, conciliación, negociación. Es la única manera de salir adelante. La falta de estos acercamientos es de culpabilidad compartida. Uno que no propone y otros que no quieren. Pero olvidábamos algo elemental, vivimos pensando en la siguiente elección. No hay tiempo para salvar al país y a los argentinos. Cuanto peor les vaya a estos, más posibilidades tendremos para llegar al poder. Egoísmos, intereses personales, insensibilidad, esas son las cualidades que abundan. Es muy difícil encontrar dentro de estos planteles legislativos integrantes que posean la suficiente altura para postergar intereses partidarios y decidir priorizar el bien común como objetivo superior. De ninguna de las dos orillas se acercan a esta posición. El juego parlamentario parece ser una guerra en la cual, cada una de las partes persigue la destrucción del otro. Todas las capacidades estratégicas van dirigidas en ese sentido. Sumar méritos propios haciendo todo lo posible por anular las propuestas del otro. Una tarea mezquina y sucia de los políticos. Que los denigra y pone en evidencia sobre la carencia de nivel. Y no podemos siquiera compararlos con anteriores jugadores que podrían interpretarse como ejemplo o modelos. Lamentablemente, son muchos los años de la decadencia de representantes que padece este país. El resultado es la realidad que estamos transitando. Los males vienen de muy lejos. No tenemos, ni tuvimos, la calidad de legisladores y funcionarios que estén en condiciones de poner en marcha este país. Poseedor de una riqueza y potencial que solo bastaría con una administración medianamente inteligente para conducirla a su destino de grandeza. La impericia, a veces y también la falta de vocación de servicio para la comunidad, entre otros, son factores que convierten en decadentes los actos de gestión. Oficialismo y oposición se han convertido en el colectivo del bajo nivel. Hasta que demuestren lo contrario.

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