Por Valeria Sanchez Brizuela según datos del INTI
Muy buena pinta por fuera pero sin nada de gusto por dentro.
No es solo una
"sensación" de los consumidores. Especialistas en tecnología
alimentaria lo confirman: "En general, nos ofrecen fruta grande, colorida,
pero sin sabor -afirma Gabriela Denoya, licenciada en ciencia y tecnología de
los alimentos, y doctora en bioquímica del Instituto Nacional de Tecnología
Agraria (INTA)-. Eso depende sobre todo de qué es lo que prioriza el productor
cuando elige las variedades que cultivará, y en general son las que prometen
más rendimiento y menor susceptibilidad a las enfermedades. Primero, se fijan
en que tengan lindo color, aspecto atractivo, y dejan en un segundo plano el
sabor".
Fernando Carduza, también
investigador del INTA, agrega otro condimento: la prolongada refrigeración.
"Las diferencias en el sabor se producen no porque hayan cambiado las
frutas y verduras, sino porque cambió el consumidor -explica-. Antes comíamos
naranjas en invierno y frutillas en verano; hoy queremos tenerlas disponibles
todo el año. Y la única forma de lograrlo es depositar las cosechas en cámaras de
frío a alrededor de cuatro grados. O utilizar híbridos que dan frutos muy
lindos, muy 'paquetes', que no tienen semillas, son brillosos, no se pudren, no
ocupan tanto lugar (como las sandías chiquitas para una sola persona)... Y eso
es muy distinto de lo que comían nuestros abuelos".
Para Claudio Galmarini, coordinador del Programa
Nacional de Hortalizas, Flores y Aromáticas del INTA, e investigador principal
del Conicet, la falta de sabor también se asocia con la exigencia de una larga
vida de estantería. "Hace tiempo solo se comía cada variedad en la época
normal de producción. Esto permitía que el fruto se cosechara en su estado de
madurez adecuada -explica-. Al querer abastecer todo el año y a los principales
centros de consumo, a grandes distancias, se debe cosechar antes de la madurez
para soportar el transporte y eso hace que las hortalizas pierdan
características de calidad. Por ejemplo, el tomate que se consume en esta época
en Buenos Aires proviene, por lo general, de invernaderos situados en Salta,
Jujuy o Corrientes".
El investigador también menciona los programas
de mejoramiento genético, tanto públicos como privados, que privilegiaron el
aspecto externo del fruto, el color y la forma, y también lo que se denomina
"vida post-cosecha". "En este último caso, hay una correlación
negativa, en muchas de las especies, entre mayor vida post-cosecha y
características de sabor", subraya.
Por otro lado, según Galmarini, se está
trabajando en obtener cultivares que tengan "mejores principios
nutracéuticos. Zanahorias con mayor contenido de carotenos, tomates con mayor
contenido de licopeno, remolachas con mayor cantidad de betalaína, ajos y
cebollas con mejor balance de compuestos organoazufrados, compuestos que se
vinculan con la prevención de la incidencia de enfermedades
cardiovasculares".
No hay comentarios:
Publicar un comentario