Por Luis Biggio
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En todas las actividades existieron, existen y existirán, los protagonistas que, por idiosincracia o personalidad, trascienden a la opinión pública siendo conceptuados como “mediáticos” o “marketineros”. Y el automovilismo deportivo no es una excepción; vale mencionar entre ellos a Juan María Traverso o a Marcos Di Palma como ejemplos.
Nuestro personaje siempre estuvo enrolado en el cultivo del bajo perfil, pero sin dudas es poseedor de un talento superlativo en la disciplina que lo sigue cautivando desde su adolescencia.
Bonomo inició su actividad profesional en los albores del año 1970, piloteando un Fiat 600 en la categoría Libres 1000 sobre pistas de tierra, contando con la complicidad de un grupo de amigos y a escondidas de su padre. Enterado don Coco (y percibiendo esa vocación inequívoca) decidió apuntalar a su hijo, en aquella incipiente carrera deportiva, con el apoyo económico que se tradujo en la mejora de elementos mecánicos (“fierros”, según la jerga del ambiente). Ello le dio el puntapié inicial para pelear en igualdad de condiciones con los que frecuentaban los podios. Su innato talento de piloto fue haciendo el resto y se sucedieron las victorias. Observando cronómetros desde los boxes, Don Coco redobló la apuesta: “Si ganas el campeonato —le dijo— el año próximo te subís a un 128 IAVA”. El resultado era previsible: Omar debutó en Turismo Nacional con un IAVA rojo con franjas laterales blancas. El antiguo garaje de la calle Varela se convirtió en taller de competición y en las pistas, Omar, se nutrió de la sapiencia de pilotos de la talla de Emilio Satriano, Rubén Daray, Osvaldo Morresi, Jorge Spinetto y tantos más. Aquél taller llegó a albergar cuatro unidades de esos IAVA que corrieron él y otros pilotos que contrataban su preparación. Inclusive una Coupé 125 de la marca que nunca llegó a estrenar. A principios de los ´80 incursionó en el Rally con brillantes performances en las distintas ediciones de las “6 Horas Peruanas” con un Mazda 626. Sin descuidar el TN, aunque confiando en la preparación de Julio Pardo (otro vecino de Villa Devoto), siguió participando con un 128 color naranja mientras estrenaba taller en la Av. Lastra. En esa etapa de la Clase 2 del TN logró los subcampeonatos ´83 y ´84. Por aquél tiempo, los observadores del buen manejo en los autódromos se hicieron simpatizantes. Y los que ya lo eran, se transformaron en fanáticos de Bonomo. Para regocijo de todos ellos y orgullo de Don Coco, Omar pobló las vitrinas de trofeos, conquistando, del ´86 al ´88, dos campeonatos consecutivos y un subcampeonato.
Lo conocí personalmente en el ´92 recién retornado de un triunfo en Rio Cuarto (Córdoba). Invitado a mi audición radial de entonces en FM Devoto 90.1, le retribuí con una visita al taller que aún posee en Nueva York y Calderón de la Barca. Al ingresar allí, la prolijidad y profesionalismo del equipo semejaban a un quirófano médico. También me enteré que, como para no reposar la adrenalina, durante 1987 había participado en el “Desafío de los Valientes” con un Fiat Regatta y fugazmente transitó por Turismo Carretera y TC 2000 con buenos resultados. En esos años´90 comandó un Volkswagen Gacel auspiciado por Aero Perú y Philips Whirpool, logrando también campeonatos y subcampeonatos. El nuevo milenio fue auspicioso para Bonomo y se inició con interesantes y ambiciosos proyectos del Equipo Oficial Fiat, desarrollando el Marea para la Clase 3 y el Siena de José Beraldi para la Clase 2 del TN, pero los vaivenes económicos y políticos de esos años nefastos detuvieron el apoyo financiero para continuar con aquél motor de cinco cilindros —el primero en el país—luego de dos años de experimento y cuando aparecían los primeros resultados optimistas. De tal forma, Bonomo, retornó a la firma del óvalo. Luego, alejado del volante pero no de los circuitos, desde el año 2006, se concentra en la preparación de motores para terceros, entre los que se encuentra su hijo Juan Pablo. Sin embargo, la actualidad no sorprende a Bonomo durmiendo en tantos laureles conseguidos. Por el contrario, estudia su vuelta a la butaca piloteando una máquina de Turismo Zonal Pista, categoría donde por mandatos reglamentarios generacionales se albergan los otrora líderes de las pistas. Pero es dueño de un record impresionante: a 10 años de haberse alejado del Turismo Nacional, sigue siendo el piloto con más carreras ganadas en esa categoría.
Amigo lector, si usted es apasionado de “los fierros” y al pasar por Nueva York y Calderón de la Barca escucha rugir motores, pregunte por Omar Bonomo. Seguramente con su proverbial modestia, esa mano derecha, que levantó tantos trofeos, se extenderá en un cordial saludo.
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