De acuerdo con la constitución argentina el poder de la ciudadanía eligió, en el balotaje entre dos, a uno de ellos, para transferirle el mando - desde su calidad de mandante - para convertirlo en su primer mandatario. En esta frase se resume la función de administrador del Estado que el pueblo-único soberano-le concede, por un período de cuatro años, al presidente electo Mauricio Macri.
La sociedad dio una lección de independencia y racionalidad. No se dejó seducir por los poderes dominantes ni por las tendencias y decidió de acuerdo a su interpretación de las propuestas y de las gestiones. Esta tendencia se comienza a vislumbrar en la primera vuelta donde se produjeron una serie de hechos que movilizaron un cambio en las cifras obtenidas por los candidatos luego de las Paso. Se registró la participación de alrededor de dos millones de votantes más. Una cifra aproximada a 1.6 millones de esos sufragios eligieron a Cambiemos. Otro factor deviene de la reducción de los votos en blanco con relación a las Paso. Cambiaron los porcentajes del 5 al 2.3%. Importantes distritos electorales como la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé, Mendoza, San Juan,
Jujuy, Salta, Catamarca y Tucumán marcaron un retroceso importante de Scioli relacionado con el avance de Macri. Así se desarrolló el segundo capítulo de la miniserie que culminó con el balotaje del 22 de noviembre cuando las urnas expresaron su veredicto final. Los ciudadanos, los dueños de la pelota, decidieron sentar a Mauricio Macri en el sillón de Rivadavia para administrar la República. La sociedad argentina ha demostrado la madurez para votar según su propia y racional decisión. A los puntos mencionados más arriba como determinantes del resultado de esa elección, debería agregarse la reacción producida por las irregularidades ocurridas en Tucumán, que motivaron a los opositores para unirse en el reclamo y lograran que la Cámara Nacional Electoral tomara una serie de recaudos para optimizar el control del proceso electoral y de trasmisión de datos. A esto se sumó la excelente tarea de fiscalización de los partidos. Todo esto generó transparencia y seguridad. Así los comicios se llevaron a cabo con normalidad. A esta altura, pareciera que los ciudadanos, muy difícilmente se dejen seducir por las campañas, sobre todo cuando denotan alguna intención de perjudicar al adversario y convertirlo en el enemigo. La gente busca otro camino diferente a la confrontación. El viejo líder decía: “A este país lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”. Todavía, en estos tiempos modernos, ese concepto está más vigente que nunca. Está naciendo un nuevo país que debemos construir entre todos. La gobernabilidad deberá consensuarse entre los distintos colores políticos. La composición de las cámaras legislativas así lo exige. Se acabaron los manejos autoritarios a favor del diálogo. El futuro está lejos de las rivalidades agresivas y cerca del consenso por las políticas de estado, que excedan a los gobiernos, para conducir al país hacia el desarrollo y a los ciudadanos hacia el bienestar. Esos son los vientos que soplan en el año 2015. Lo demás es el viejo pasado. Recordemos que el único soberano es el pueblo y es quien confiere el poder al primer mandatario. El pueblo es el Estado.
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