Por Luis Biggio
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Con referencia a la composición temática de letras, solía ocurrir que la fértil imaginación que han tenido los poetas de nuestra música popular ciudadana, diera origen a la creación de personajes imaginarios que poblaron las historias del tango. Quizás, por ello, los poco instruidos sobre esta disciplina han difundido inicialmente –con la indeseada repetición errónea– que la protagonista de la memorable pieza que firmara Homero Manzi (se sabía que no era ficticia), pudo haber pendulado entre Azucena Maizani, que la había estrenado en 1942 (¿se la habrá dedicado a ella?...especulaban) y la bella Nelly Omar, quien mantendría un secreto romance con el autor (¿se lo habrá dedicado a ella?...repetían) y que lo siguió cantando con “voz de sombra y perfumada a yuyo de suburbio” hasta el final de su centenaria vida. Nada más lejano a la realidad. En verdad Malena existió y fue la musa inspiradora de la emblemática obra del genial Homero.
Elena Torterolo había nacido en Buenos Aires el 30 de abril de 1913, fruto de un matrimonio de españoles inmigrantes. Crecida, independizada y con pretensiones artísticas, emigró hacia países vecinos donde se ganaba la vida cantando en locales nocturnos. Precisamente en Porto Alegre, Brasil, la vio y escuchó Manzi durante la escala que hacía el barco que lo llevaba a Estados Unidos en 1941. Impresionado por esa voz –que no era de calidad pero sí de calidez– que logró impactarlo, buscó su nombre en el programa y leyó “Malena de Toledo”. Aquella cancionista había deformado voluntariamente su nombre y en el apellido artístico rindió homenaje al terruño paterno. Reembarcado, construyó los versos y se los envió a su amigo Lucio Demare para que los musicalizara. Al regreso halló la obra terminada y al poco tiempo del estreno sorprendió a Demare invitándolo a conocer personalmente a Malena, que había vuelto a Buenos aires y estaba cantando en una de las tantas cantinas de La Boca.
Tiempo después, Malena de Toledo conoció (en gira por Cuba) al tenor mexicano Genaro Salinas, se enamoró de él y se casó, retirándose de la actividad artística. Dentro de esa unión, Malena crió a los hijos de él –Genarito y Concepción– y el matrimonio perduró hasta la muerte de Salinas en Caracas, Venezuela, en 1957 ocurrida por motivos pasionales de homosexualidad. No vivió demasiado tiempo más Malena, quién, acaso víctima de las depresiones provocadas por la irreparable pérdida de su esposo, falleció en Montevideo, Uruguay el 22 de enero de 1960 con casi 47 años de edad.
Como había ocurrido con la ochava Noroeste de San Juan y Boedo en el tango Sur, con la esquina del herrero (Centenera y Tabaré) en Manoblanca y con el terraplén (ex calle Lanza) y Juan la rubia… (Juana Rubino)de Barrio de Tango, Manzi también se encargó de sacar del anonimato a aquella mediocre cantante, que a partir de su pluma…cantó el tango como ninguna.
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