Por Luis Biggio
Los grandes poetas, que nutrieron de letras las partituras de nuestra música popular, han tenido la inmensa virtud de plasmar, no solamente las vivencias personales de su vida de relación, sino también las imágenes de los lugares que los albergaban afectivamente.
Agudos observadores de los hechos y el ámbito que los circundaba, más ayudados por generoso tiempo de ocio disponible –circunstancia impensada en el hombre de hoy, a menos que forme parte de la dolorosa legión de desocupados– y un privilegiado talento literario, no dejaban pasar la posibilidad de mencionar y recordar a muchos domicilios porteños o aledaños que de esta forma mudaron de la simple ubicación barrial a la trascendencia popular, a través de las distintas voces y orquestas que enmarcaron y enaltecieron aquellas poesías.
“La casita de mis viejos” (J. C. Cobían /E. Cadícamo): aquella famosa casita está en Pigué, Pcia. de Buenos Aires, ubicada en la calle Sarmiento 50. Era el domicilio de Cobián y su historia personal, o al menos parte de ella. De allí debió marcharse, combatido por el padre que renegaba de sus aspiraciones artísticas y hasta cambiar el apellido invirtiendo el orden (realmente era Bianco).
También fue real “el viejo criado”, puesto que la familia era de una posición económica altamente acomodada.
“Cuartito Azul “(M. Mores/M. Batistella): esa piecita y la casa que la contiene, aún se mantienen en la calle Terrada 2410, de Villa del Parque y el “azul” del título no era caprichoso ni inventado. La habitación tenía ese color porque la había pintado –en plena crisis del ´30, sin recursos económicos con cal, a la que se le agregaba Azul para blanquear ropa. El tango fue escrito en 1939.
“Ventanita de arrabal” (P. Contursi /A. Scatasso): “En el barrio Caferatta, en un viejo conventillo, con los pisos de ladrillo, minga de puerta cancel…” iniciaba su letra. Se lo llamó así al conjunto de casas baratas construido en 1929 por Ley, cuyo impulsor intelectual fue el diputado Caferatta. Se supone que el autor mezcló el antes y el después en su relato escrito en 1927, porque los conventillos existieron con anterioridad a la inauguración del barrio. Hoy aquellas casitas humildes,
convenientemente recicladas, e inmersas en un barrio que ha progresado notoriamente, ya nos son baratas ni pertenecen a obreros.
“Pompas” (E. Cadícamo/R. Goyeneche): “…que en los peringundines de frac y fueye, bailás haciendo cortes de cotillón”. El peringundín en cuestión era una de las tantas casas de baile y alternadoras que existían en el Buenos Aires de las décadas del ´20 y ´30. Según su autor, lo dedicó a la madama conocida como María “la Vasca”, cuyo local estaba ubicado en Carlos Calvo 2721, pleno barrio de San Cristóbal.
“A Media luz” (E. Donato/C. Lenzi): este tango, escrito en Uruguay en 1925, evocaba en Corrientes 3-4-8 a un bulín destinado a citas amorosas, según reza su letra de corte prostibulario, aunque fino y sin cortes lunfardescos, y que había sido amueblado por “Maple”, acreditada mueblería de la época hasta avanzados los años ´70. Esa ubicación, que entonces formaba parte de la Corrientes angosta, se hallaba muy cercana a los cabarets del bajo, que estaban en la calle 25 de Mayo y en la recova de Paseo Colón, por lo que explica su utilización y existencia para clientela de mejor poder adquisitivo. Hoy, un elegante cartel fileteado indica al turismo la ubicación geográfica histórica, pero el actual garaje nada tiene que ver con aquella historia tanguera.
“Garufa” (J. A. Collazo/V. Soliño/R. Fontaina): ”…del barrio La Mondiola, sos el más reo, y te llaman Garufa, por lo bacán”. La alegoría pertenece efectivamente al barrio así denominado, ubicado en la zona costera a pocos kilómetros de Montevideo, Uruguay, lugar donde se reunía la “troupe ateniense”, grupo de corsos carnavaleros cuyos componentes eran personajes bohemios que transitaban una vida permisiva. El tango escrito originalmente mencionaba al finalizar sus estrofas… “porque supo que te vieron, la otra noche, en la calle San José”. Para adaptarlo al Buenos Aires del ´30 cambiaron “la calle San José” por el “Parque Japonés”, lugar de diversión que existía donde, desde 1973, se emplaza el Sheraton Retiro.
“Caminito” (J. D. Filiberto/G. C. Peñaloza): a este tango, escrito en 1926, y presentado en un concurso carnavalesco del siguiente año –que finalmente ganó– se lo atribuyó errónea y geográficamente al tramo de 120 metros que se apretuja en las vías del Garibaldi entre Lamadrid y Vuelta de Rocha, quizás por la pertenencia de Filiberto al barrio de La Boca. Y mas aún, cuando en 1958, la municipalidad bautizó con ese nombre al lugar en homenaje al músico, hijo dilecto de la ribera. Lo cierto es que Coria Peñaloza, cuya infancia había transcurrido en Olta, ciudad riojana, cercana al límite con San Luis, se inspiró en un sendero del lugar y volcó su propia vivencia amorosa al construir aquel sentido poema. En su honor, los riojanos instituyeron, en 1970, el nombre de Caminito a una calle de Chilecito, donde el poeta se había radicado. Allí mismo falleció con 93 años, en 1975.
“Tres esquinas” (E. Cadícamo /A. Attadía /A. D´Agostino): se llamó así al cruce de Montes de Oca y Osvaldo Cruz, barrio de Barracas. Allí estaba la estación Tres Esquinas del FF.CC. Buenos Aires a Ensenada, entre los años 1865 y 1955. El mismo nombre llevaba un café existente frente a la estación. En su adolescencia, D´Agostino tocaba el piano en ese café e inicialmente escribía la música del tango al que tituló “Pobre piba”. En el año 1940, y con el apoyo de Attadía (que integraba la orquesta) reforzó la partitura a la que Cadícamo puso letra. Lo estrenó al año siguiente el frupo con la voz de Ángel Vargas y constituyó un verdadero suceso.
Esta es, estimado lector/a, una incompleta lista de domicilios que trascendieron el paso del tiempo y que por razones de espacio, he debido acotar. Magistralmente, el tango, como expresión popular, también se encargó de perpetuarlos.
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