Por Francisco Grillo
Llegar a la explosión de
la corrida cambiaria y de inversores fue el producto de no haber encaminado, el
gobierno, la resolución de los males endémicos que aquejan a nuestro país.
Partiendo de allá lejos en el tiempo, venimos arrastrando los manejos erróneos
de las administraciones que nos gobernaron, incluidos los actuales.
Ya todos sabemos de memoria, que cuando
apuntamos al déficit fiscal y comercial, gastamos más de lo que entra. Peor
todavía, si es acumulado a través del tiempo. Así no es posible, de ninguna
manera, crecer y alcanzar el desarrollo de un país, por lo menos, ordenado. No
hablar del enorme potencial de recursos mal administrado. También, podemos
señalar que, ese desperdicio de recursos incluye a la sociedad argentina. La
cual podría vivir mucho mejor, en lo personal, si pudiera acceder a la
posibilidad de una economía sustentable, con empleos que garanticen estabilidad
y salarios dignos para una calidad de vida acorde a ese potencial del
territorio y de sus habitantes. Este gobierno trató de encarrilar los desvíos
crónicos de la economía buscando equilibrar el gasto público de manera gradual.
Reconocía la necesidad imperiosa de cambiar. Quizás se haya equivocado en la
forma. Pero el estado de la situación era muy comprometido. ¿Cuál era la otra
alternativa? En lugar del gradualismo lento, uno más acelerado. O caer en el
shock al que se recurrió en otros momentos tan graves o más que éstos. Además,
somos muy propensos a repetir las fórmulas ya fracasadas. Ese camino elegido,
el del gradualismo lento, fue el obstáculo para que se produzca el acercamiento
en los déficits, el crecimiento de la economía y de la producción. El descenso
de la inflación, la pobreza y el desempleo. Lo que devengaría en mejoras en la
ocupación y salarios. El aumento del poder adquisitivo sería un crecimiento en
la escala social y generaría a mayor consumo más producción, aumento de puestos
de trabajo para la gente y más recaudación fiscal para el Estado. Esa es la
manera de alcanzar el equilibrio en las balanzas comerciales. Todo ese panorama
en lo interno del problema se unió a las presiones de un sector de la sociedad
que no estaba dispuesta para acompañar con el esfuerzo esas propuestas. También
ciertas medidas como la suba de impuestos a inversores golondrinas extranjeros
que, ante la subida de las tasas en EE.UU., salieron corriendo a llevarse sus
dólares para el Norte. Todos estos componentes, más los vaivenes provocados por
la presión de los mercados, generaron la escalada del dólar. Sabemos muy bien
que nuestros síndromes patológicos nos asocian con los temores del pasado. El
dólar y la inflación, están muy conectados entre sí en estos lares y nos
conmueven y desestabilizan. Se llega a buscar un acuerdo con el FMI-otra palabra
que nos da escozor por anteriores experiencias- para obtener el respaldo
necesario para poder ejecutar las acciones que nos lleven a la estabilidad y el
crecimiento. Si es buena o no esta relación con el Fondo no lo sabemos. Si las
condiciones que trascienden son verdaderas o falsas, están por verse. No hay
otra manera que esperar que este sea el rumbo de salida. Según los relatos, se
busca que los más vulnerables de la sociedad como trabajadores y jubilados sean
los menos perjudicados. Es cierto que el gobierno logró recomponer relaciones
con la comunidad internacional, quizás sea su mayor mérito. También parecería
que a ésta le interesa que la Argentina se desarrolle y crezca. Ojalá así sea.
Nada es seguro. Apostemos porque salga bien porque el beneficio será para
nosotros. Según las informaciones, el primer aporte del FMI llevará
tranquilidad para llevar a cabo las medidas requeridas sin la necesidad de
acudir a otros endeudamientos y con tasas mucho más bajas. Este primer semestre
se espera que sea duro en el sentido que las movidas cambiarias y su
consecuencia inflacionaria afectará al consumo y se producirá una recesión. Es
el primer paso para absorber la sacudida, pero se espera que se vaya
equilibrando a partir del 2019. El 22 de junio se acreditaron los 15 mil
millones de dólares del primer tramo de un total de 50 mil millones que fueron
acordados con el Fondo. Fueron depositados en la cuenta de nuestro país en el
Bank for Inernacional Settements (BiS) con sede en Suiza. La mitad de este
capital se destinará a fortalecer las reservas internacionales de la Argentina
que ahora pasan a representar 63.270 millones de dólares. La otra mitad serán
para el Tesoro y estarán a disposición a modo de precaución para reducir el
déficit fiscal y controlar el tipo de cambio y detener la depreciación del
peso. Mediante una comunicación emitida por el FMI se informó que: “El acuerdo busca
reforzar la economía del país restableciendo la confianza del
mercado mediante un programa macroeconómico coherente que reduce las
necesidades de financiamiento, encauza la deuda pública argentina por una
trayectoria descendente firme y afianza el plan de reducción de la inflación
mediante metas más realistas y el fortalecimiento de la independencia del Banco
Central. Incluye medidas para proteger a los segmentos más vulnerables de la sociedad manteniendo el
gasto social y, en caso de que las condiciones sociales desmejoraran, abriendo
margen para incrementar el gasto en la red de protección social argentina. El
monto restante del respaldo financiero del FMI (35.000 millones de dólares)
estará disponible a lo largo de la duración del acuerdo, supeditado a exámenes
trimestrales a cargo del Directorio Ejecutivo que controlarán el buen uso de
los fondos de acuerdo a las pautas pactadas”. El tiempo
será testigo y nos revelará si el “FMI es
el ángel o el demonio” para bien o para mal. Es de desear que la crisis se
convierta en una oportunidad para crecer.
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