Por Francisco Grillo
Superadas las
Legislativas, quedan atrás las rencillas dramaticonas de la confrontación entre
políticos por los espacios de poder. Para entonces estarán definidas las bancas
de cada sector. Es en ese preciso punto donde comienza a gestarse una nueva
etapa. Los actores deberán demostrar si están en condiciones de ser parte de
las reformas que coloquen a la Argentina en el camino del desarrollo. Este sólo
puede lograrse con el consenso entre todos los espacios.
No importa mucho el resultado
de esta instancia. Poco puede cambiar en el funcionamiento legislativo. Si se
repiten las cifras de las PASO o si crecen algo más los votos oficialistas,
según apuntan las últimas encuestas, la gestión legislativa, en ambas cámaras,
solamente podrá avanzar en proyectos de ley con los apoyos indispensables. El
gobierno lanzará varias propuestas como viene anunciando. No serán aprobadas
sin el acompañamiento necesario. Lo mismo sucederá con los proyectos de la
oposición. Algo queda muy claro, en estas condiciones, este país tiene que ser
gestionado con la colaboración de todos los sectores. Para eso hace falta la
altura moral, de cada uno de los parlamentarios, para despojarse de sus vicios
partidarios y enfocarse en el compromiso histórico de apostar por la gente y el
país. Ambos temas, lejos están, por encima de cualquier otro interés. Es el
punto de partida de la consolidación de la República en lo institucional. Incluyendo
el crecimiento en los sectores sociales, productivos y económicos. Nada es
gratis. La sociedad observa. Habrá premios de reconocimiento para los que
demuestren si les da el cuero para la patriada o si juegan para otro equipo
consiguiendo el castigo cuando se presente el momento de elegir a quien votar.
Los resultados de las elecciones generales del 2015 y de las PASO 2017 así lo
demuestran. Cambiemos no fue el real mentor del cambio. Este fue exigido e
impulsado por el grueso de la sociedad, harta de tanto destrato por parte de la
política. El mérito de Macri y sus seguidores simplemente fue saber interpretar
la necesidad del pueblo y ofrecieron una opción distinta y les respondieron
apoyando. No existe otra manera de interpretar que un partido de reciente creación
como el PRO de Macri, con un acuerdo con la UCR, la Coalición Cívica, FE, Unión
por la Libertad y la Democracia Cristiana, hayan alcanzado el triunfo en las
presidenciales del 2015 y en las PASO 2017 de la noche a la mañana. Analizando
podemos discernir que apareció Macri en la política en la ciudad de Buenos
Aires. Realizó dos gestiones importantes como Jefe de Gobierno y con ese
antecedente nada más, junto a Ernesto Sanz y Lilita Carrió armaron la coalición
Cambiemos. Recordemos que, en la última elección presidencial de octubre del
2011, el FPV con Cristina obtuvo el triunfo por un 54% sobre Binner (16,8%),
UCR con Alfonsin (11.1%) y Coalición Cívica con Lilita (1,8%). El PRO todavía
no había intervenido en las presidenciales. Se integran con estas fuerzas con
el antecedente magro de las cifras del 2011 (UCR 11,1% y CC 1,8%). Todo
apuntaba que era Macri, que construyó su imagen en la Ciudad, era el que podía
liderar esta Alianza. ¿Cómo se puede concebir que tan endeble armado electoral
haya podido triunfar sobre la arrasadora Cristina del 54% de octubre del 2011?
La respuesta es elemental. La sociedad dijo basta. Su hartazgo pedía a gritos
algo diferente y apareció el espacio que leyó adecuadamente la necesidad y se
comprometió a ello. El cambio no llegó todavía. Estamos en la transición. Falta
mucho camino por recorrer. Por ahora, los interpretes son los que están en el
poder. Depende del resultado de la gestión que la gente le otorgue otra
oportunidad en el 2019 y de no ser satisfechos los objetivos, seguramente
surgirá otra propuesta superadora. Difícil que se vuelva para atrás. Los
partidos tradicionales están agotados. Los que pretendan sobrevivir deberán
aggiornarse. Las alternativas tendrán que estar compenetradas en que la
Argentina está empezando a transitar por el camino del desarrollo y el
crecimiento. Ninguno que se aparte de ese rumbo conseguirá ser premiado por el
voto popular. Los que deciden son los ciudadanos silenciosos. La infinitamente
mayoritaria masa que tiene una vida de trabajo estudio, familia y educación. La
voz de la calle, muchas veces protagonizada por minorías muy ruidosas, no
deciden el resultado de las elecciones. El
destino de los argentinos está en juego. Es un objetivo superior que está
por encima de las metas personales de la política. La sociedad, paso a paso, da
muestras inequívocas de su decisión de enfocar el eje en dejar atrás el anacrónico
pasado con su subdesarrollo y apuntar hacia un futuro que nos coloque en el
lugar que merece la Argentina como un país- territorio y una nación- sociedad
que se integren en una República con los temas centrales resueltos. Ese es, el destino de los argentinos, el día
después de las elecciones.
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