Por Francisco Grillo
Cuando las dificultades
para avanzar en el desarrollo de cualquier actividad surgen de oposiciones
externas, son parte de las alternativas hasta previstas, con un profundo
planteo para impulsar la concreción de los objetivos se puede llegar a
lograrlo. Cuando, además de los enemigos, hay que cuidarse de los goles en
contra de los propios, la tarea se torna extremadamente difícil.
Este gobierno de
Cambiemos, además de la épica tarea de enfrentarse a los desafíos de modernizar
las estructuras económicas y sociales que venían fracasando desde hace décadas.
Sumando a la apertura de las relaciones internacionales, el sostenimiento de
los subsidios sociales, asegurar la libertad de acción a la Justicia para
buscar el esclarecimiento de la frondosa lista de actos de corrupción cuyos
expedientes están aguardando el proceso de tratamiento, las obras públicas de
infraestructura, cloacas, aguas, energía, minería, agricultura y muchos
etcéteras más. En ese camino, la grieta de nuestra sociedad -que viene de
lejos, desde los Unitarios y Federales-enfrenta al oficialismo y la oposición
en un tira y afloja permanente. Algunas leyes se promulgaron por consensos y
otras salieron con dificultades o se abortaron por desinteligencias entre los
grupos antagónicos. Claro está que el apoyo o la confrontación dependió siempre
de los tiempos electorales. Los cuales ocupan una buena parte del período de
gobierno que establece nuestra Constitución. Apenas cuatro años. Esto se
traduce en que, cuando un gobierno asume tiene el primer año para desarrollar
su gestión. Porque en el segundo aparecen las elecciones de medio término y en
el cuarto, las generales. Si tenemos en cuenta que el proceso de la campaña
electoral lleva alrededor de un año. La conclusión es que, a los gobiernos, en
la Argentina, les quedan solamente dos años de gestión, interrumpidos por los
comicios. Dos años se utilizan para las campañas. Es muy poco para conseguir
resultados exitosos. Aunque las administraciones sean de excelencia, cosa que
jamás ocurre por estos lares. Agregando que cada espacio defiende sus intereses
a capa y espada y sus objetivos son triunfar en la contienda y destruir al
enemigo. Está planteado como una guerra y no como una competencia. Por si esto
fuera poco, este gobierno está compuesto por un equipo que tiene buenas
intenciones. Al menos, así pareciera. Su intención de cambiar para mejorar al
país es creíble. Pasa, lamentablemente, que se equivoca demasiado. Pueden
llegar a contener al adversario, que viene de campeonatos sin logros, pero
tiene a sus jugadores que convierten, con frecuencia, goles en contra. Tirando
abajo toda la estantería. Juegan partidos contra planteles que tienen una
paridad de poderío con el oficial. La lucha es justa cuando deben cuidarse de
los jugadores adversarios para que no les conviertan y, a gatas puedan
derrotarlos por un tanteador exiguo. Un 1 a 0 o un 2 a 1 sirven para ganar el
partido. Pero, si los propios, se meten uno en contra o dos y tres, es un poco
imposible remontar el resultado. A un escaso año de las próximas elecciones
generales, con todos los inconvenientes ocurridos en los últimos meses. La
explosión del tipo de cambio en relación con el dólar que generó la suba de la
inflación, el desmadre de los precios y la pérdida del poder adquisitivo.
Todavía nada está definido en términos de posibilidades electorales. Después de
la elección de medio término, a mediados del 2017, con su triunfo, el gobierno
estaba encaminado hacia una reelección casi segura. Después de todo lo
sucedido, sus posibilidades se redujeron, pero sigue dando pelea. Su principal
contrincante es Cristina con quien están en un empate técnico. Queda pendiente
la definición del resto del peronismo sobre las alianzas que se formen. Mazza,
Urtubey, Pichetto y Schiaretti dieron el primer paso. Todavía están en pañales.
Tampoco hay seguridad de que en ese espacio se incluya o no, a Cristina. Con
respecto al oficialismo, se supone que todo lo que podía perder ya ocurrió
durante el proceso reciente de la devaluación y el ajuste seguido de recesión,
que, por otra parte, recién comienza. Con relación a las grietas que hieren a
nuestra sociedad, apareció un texto de una carta escrita por el General San
Martín en Chile, el día antes de partir con la expedición Libertadora hacia
Perú. Estaba dirigida hacia el pueblo cuyano como despedida al iniciar la
campaña. La misma estaba en poder de Luis Ponferrada y su familia desde hace
200 años y su texto nunca fue divulgado. Entre otras cosas, dice lo siguiente: “les
recomiendo, por su bien, que estrechen entre sí los vínculos de la unión y se
fortifiquen en el concepto de que no existe Sociedad dónde no hay orden”.
Ese era otro tiempo de grietas en este territorio. San Martín desobedeció
la orden del gobierno de Buenos Aires, de quien dependía, porque le exigía que
retorne para enfrentar militarmente al conflicto que existía con los caudillos
de las provincias del centro. En el Norte estaban los españoles. San Martín se
negó a pelear contra sus compatriotas y eligió continuar su campaña libertadora
en el Perú con el apoyo del gobierno chileno. Sus reflexiones tienen plena
vigencia en el 2018. Las expresó hace 200 años y todavía no las escuchamos.
Seguimos igual o peor. Es irracional que seamos tan sordos y no podamos
comprender por donde va el camino. La Unión Nacional, no hay otro. No sigamos
errando penales y perdiendo con goles en contra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario