Todos los clubes de barrio tienen sus historias, pero sin lugar a dudas, Lamadrid es especial en ello. En parte, probablemente sea por los personajes que allí están. Mario Oriente es uno de esos. Él, junto a su padre (que se llama del mismo modo), vivieron la época más dura de nuestro país durante la última dictadura cívico-militar en una relación constante con el club. Villas se juntó con él para rememorar esas anécdotas.
Los años setenta formó parte de esa época en la cual, pasar más tiempo en el club de barrio que en la casa propia, era algo de todos los días. Es que allí estaba el grupo de amigos, la familia y toda aquella contención que solo este tipo de instituciones podían brindar. Esa no era la excepción de la familia Oriente, quien literalmente tomó a Lamadrid como su segunda casa. “Mi viejo en mi casa, no cambiaba una lamparita, pero venía a Lamadrid y se colgaba de cualquier poste de luz para poder arreglarla. Tomaba al club casi como su casa propia, más allá de donde vivíamos”, comentó Mario, su hijo.
Pero esa década también estuvo signada por la más cruenta dictadura cívico-militar de la que se tenga recuerdo en la República Argentina. Nadie y nada estuvo ajeno a ello. Directa o indirectamente, a todos nos afectó de algún modo y el club de Villa Devoto no fue la excepción. Así lo explica Oriente,
quien, en una anécdota, grafica perfectamente el gran momento social de “Lama” en esa época y la angustiante situación política y social de aquellos años: “El club estaba muy bien. Venía mucha gente. Yo me acuerdo de los bailes que organizábamos en esos tiempos. Hacíamos diez por año y los llenábamos de gente. Me acuerdo que nosotros fuimos quienes trajimos por primera vez luces psicodélicas a una fiesta de este tipo. En aquella época era toda una novedad. Y ni hablar de las entradas que fabricábamos. Una vez hicimos un inodoro gigante y cada vez que entraba gente al baile “tirábamos la cadena” y los llenábamos de papel picado. Pero también, en contraste, recuerdo lo que era cuando sonaban las sirenas, se cortaba la música, se prendían las luces y teníamos que hacer fila para mostrar nuestros documentos. Era “el día y la noche” en un mismo ámbito”, recuerda Mario.
Si había algo valioso que el club de Devoto brindaba en esa época, era contención, de todo tipo.
Mario estuvo preso un día en la Cárcel de Devoto, pero tantas otras, junto a sus amigos, se salvaron de volver a caer: “El club en esa época nos protegía. Sí venían a buscarnos, nosotros nos metíamos en el club y nos defendían a muerte. Ese es un recuerdo que tengo muy presente”, rememora Oriente.
“Lamadrid es tener una feta de fiambre con 3 amigos, y cortarla en 4 pedazos iguales para comer”, define con claridad Mario, a quien el libro “Carceleros” de Marcelo Izquierdo, le hizo rememorar muchas emociones: “El libro de Marcelo me despertó. Hizo revivir en mí toda la época dentro de este club. Me trajo a mi viejo de nuevo a mí y todos esos lindos recuerdos y sentimientos, que yo creía perdidos, pero que me di cuenta que siempre están. Una vez que volvés al club, no te querés ir más” cerró Mario.
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